La cima de la Mola. Foto: Xevi Vilaregut
El 24 de julio de 1972, una resolución del Ministerio de la Vivienda aprobaba el Plan especial de protección del Parque Natural de Sant Llorenç del Munt i l’Obac, con 2.655 hectáreas, y se convertía así en el primer parque natural español protegido mediante la legislación urbanística vigente. Fue también el primer espacio natural protegido promovido y gestionado por una administración local, la Diputación de Barcelona.
La celebración de los cincuenta años se realizará principalmente durante el Encuentro de Estudiosos (X Trobada d’Estudiosos del Parc Natural de Sant Llorenç del Munt i l’Obac) el 22 y 23 de noviembre, que tendrá lugar en Sant Vicenç de Castellet. Está prevista una mesa redonda con los promotores del parque y los directores que ha tenido, entre otras actividades.
Tras la declaración de “paisaje pintoresco” realizada por el Consejo de Ministros en 1970, se creó el Parque Natural de Sant Llorenç del Munt y Sierra del Obac para proteger el paisaje frente a operaciones urbanísticas, respondiendo también a la petición de la sociedad civil de proteger la zona del macizo de Sant Llorenç del Munt con las cimas de la Mola (1.101 metros) y del Montcau (1.056 metros). Actualmente, el parque natural, que cuenta con 13.694 hectáreas en 12 municipios, está en proceso de ampliación tras la petición de incorporación de dos municipios y de ampliación de límites por parte de cinco más.
Entre los valores naturales del parque destacan los encinares y pinares, y las más de 4.000 especies de flora y fauna, con dos endemismos: el caracol Xerocrassa montserratensis y la flor Arenaria fontqueri subespecie cavanillesiana, conocida como arenaria del Montcau. Destacan rapaces como el alimoche y el águila perdicera, así como el halcón peregrino. Por su interés geomorfológico e hidrogeológico forma parte del Geoparque Mundial UNESCO de la Cataluña central. Se trata de un antiguo delta que ha dado lugar a un macizo cárstico con más de 280 cavidades. Parte del patrimonio cultural vinculado a la actividad agrícola se descubrió a raíz de incendios forestales, como el del pasado julio en el Pont de Vilomara, donde se ubican las tinas de la Vall del Flequer, elaboradas con piedra seca.